Ruben Darío

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Publicado por: Admin
Jueves 23 De Mayo De 2013

Mía

Mía: así te llamas.
¿Qué más harmonía?
Mía: luz del día;
mía: rosas, llamas.

 

¡Qué aroma derramas
en el alma mía
si sé que me amas!
Oh Mía! Oh Mía!

Tu sexo fundiste
con mi sexo fuerte,
fundiendo dos bronces.

Yo triste, tú triste...
¿No has de ser entonces
mía hasta la muerte?

 

Mía

En la tranquila noche,
mis nostalgias amargas suria,
En busca de quietud,
baje al fresco y callado jardín.
En el oscuro cielo,
Venus bella temblando lucia,
como incrustado en ébano
un dorado y divino jazmín.

A mi alma enamorada,
una reina oriental parecía,
que esperaba a su amante,
bajo el techo de su camarín,
o que, llevada en hombros,
la profunda extensión recorría,
triunfante y luminosa,
recostada sobre un palanquin.

Oh reina rubia! ~díjele~,
mi alma quiere dejar su crisálida
y volar hacia ti,
y tus labios de fuego besar;
y flotar en el nimbo que derrama
en tu frente luz pálida,
y en siderales éxtasis
no dejarte un momento de amar."
El aire de la noche,
refrescaba la atmósfera calida.
Venus, desde el abismo,
me miraba con triste mirar.
 

Mar Latino

Aquí, junto al mar latino, digo la verdad: siento en roca, aceite y vino, yo mi antigüedad.

¡Oh!, qué anciano soy, Dios santo, ¡oh, qué anciano soy!... ¿De dónde viene mi canto? Y yo, ¿adónde voy?

El conocerme a mí mismo ya me va costando muchos momentos de abismo y el cómo y el cuándo.

Y esta claridad latina, ¿de qué me sirvió a la entrada de la mina del yo y el no yo?...

Nefelibata contento, creo interpretar las confidencias del viento la tierra y el mar...

Unas vagas confidencias del ser y el no ser, y fragmentos de conciencias de ahora y de ayer.

Como en medio de un desierto me puse a clamar; y miré el sol como un muerto y me eché a llorar.