Dificultad: Fácil.
Desconocidos por gran parte del género masculino, los anillos (o anillas) para el pene constituyen uno de los artilugios eróticos más simples y sorprendentes por las nuevas sensaciones que proporcionan. Estos anillos se inventaron en el siglo XIX como ayuda para aquellos hombres con problemas de erección o eyaculación precoz. La funcionalidad de los mismos no es otra que actuar como válvula que impida que la sangre que entra en el pene no pueda salir, lo que redunda en una erección mayor y duradera, incluso después de la eyaculación. La industria del porno no tardó en descubrirlos y emplearlos para presentar erecciones descomunales al gran público. En la actualidad pueden encontrarse con facilidad en cualquier sex shop.
Hay diferentes tipos de anillos, pero a grandes rasgos encontramos dos grandes grupos: los compresores y los estimuladores. Los primeros sirven para retener sangre en el pene y están formados por una o varias anillas que deben fijarse en la base del pene o en torno a los testículos antes de la erección. Los anillos estimuladores no pretenden tanto la retención de sangre o retardo de la eyaculación como el incremento del placer que la mujer experimenta durante la relación, lo que se consigue añadiendo varias anillas de a lo largo de la longitud del pene. En cierto modo, este segundo grupo persigue un objetivo similar al de las estrías que presentan algunos condones.
No debemos, por último, ignorar las precauciones que deben tomarse al emplear anillos. En primer lugar, su uso nunca debe prolongarse durante más de 20 ó 30 minutos, puesto que dificultan el riego sanguíneo, especialmente si se aprietan más de lo debido, lo que puede acabar provocando muerte celular e incluso trombos. Asimismo, por su propia naturaleza de juguete erótico, deben extremarse el cuidado y las medidas de higiene en su conservación, para evitar que puedan ser fuente de infecciones.